A lo largo de mi extensa carrera profesional, he visto muchos ejemplos que confirman esta idea: triunfa más quien parece y es, que quien simplemente es, pero no lo parece. Y esto, aunque parezca superficial, tiene una verdad profunda detrás.
Ser bueno en algo y no demostrarlo puede ser frustrante. Imagínate tener todo el talento del mundo y no saber comunicarlo, o peor, que nadie se dé cuenta. Eso, sin duda, es un castigo. Pero también es cierto que parecer bueno y no serlo, puede ser una amargura. Al final, no se trata solo de lo que somos, sino también de cómo lo proyectamos hacia los demás.
Este concepto no es algo nuevo ni mucho menos. Ya hace más de 21 siglos se hablaba de ello. La famosa frase “Como la mujer del César, además de honrada, tiene que parecerlo” no solo tiene su origen en una anécdota histórica, sino que ha perdurado porque encierra una lección poderosa sobre la importancia de cómo nos perciben.
Una historia de 21 siglos
Permíteme que te cuente brevemente la historia detrás de esta frase. Pompeya, esposa de Julio César, ocupaba un puesto muy relevante como esposa del pontífice máximo de Roma. Cada año, ella presidía una fiesta femenina en honor a la Bona Dea, la diosa de la fertilidad y la castidad. Solo podían asistir mujeres a esta celebración, por lo que ningún hombre podía ni siquiera asomarse.
Sin embargo, Publio Clodio Pulcro, un joven aristócrata atrevido y seductor, intentó infiltrarse disfrazado de mujer para seducir a Pompeya. Fue descubierto y detenido, y aunque lo llevaron a juicio, al final fue absuelto de los cargos. A pesar de su absolución, Julio César tomó una decisión drástica: decidió divorciarse de Pompeya, argumentando que su esposa debía estar por encima de toda sospecha.
A partir de ahí, la famosa frase fue tomando forma gracias a Marco Tulio Cicerón, quien la resumió perfectamente: «Mi esposa no solo debe ser honrada, sino también parecerlo». Y desde entonces, esa expresión ha pasado de generación en generación.
La percepción importa
Hoy en día, esa frase es una expresión común que nos habla de la importancia de la integridad y la apariencia ante los ojos de los demás. No solo debemos ser personas íntegras, sino que también debemos asegurarnos de que los demás perciban esa integridad.
Y no estamos hablando de superficialidad. La percepción pública es tan importante como la realidad. En muchos aspectos de la vida, desde las relaciones personales hasta el mundo profesional, lo que proyectamos tiene un impacto directo en cómo nos ven los demás. Es una cuestión de confianza, credibilidad y coherencia.
¿Qué pesa más en tu marca personal: ser o parecer?
Esta historia me lleva a reflexionar sobre el equilibrio entre serlo y parecerlo en el ámbito de la marca personal. La respuesta fácil es que ambos deberían estar equilibrados, ¿verdad? Pero si soy sincero, creo que el equilibrio tiende a inclinarse hacia parecerlo.
No estoy diciendo que ser auténtico no sea importante. Por supuesto que lo es. Pero hoy, en un mundo tan competitivo, donde hay tantas personas ofreciendo productos y servicios similares, lo que más cuenta es cómo te das a conocer y cómo comunicas lo que haces. El cómo te percibe tu público objetivo y cómo resuelves sus problemas es crucial.
Un ejemplo de la vida real
Hace unos años, llegó a trabajar a mi tienda un chico en el departamento de decoración. Técnicamente, no destacaba demasiado; era uno más. Sin embargo, tenía una habilidad increíble para comunicar, para conectar con las personas. Era de esos que podía «vender una caja de cerillas en medio de un incendio». Hoy, ese chico es uno de los arquitectos más famosos de España. Y no es porque fuera el mejor arquitecto desde el principio, sino porque supo trabajar su imagen, su forma de comunicar y conectar con su audiencia. Hoy tiene tanta demanda que se permite el lujo de elegir a sus clientes.
Esto no es casualidad, es el resultado de una estrategia bien pensada. Ser bueno en lo que haces es el primer paso, pero saber cómo proyectarlo y comunicarlo es lo que realmente te pone en el mapa. No basta con tener el talento, también tienes que saber mostrarlo.
En la vida personal también cuenta
Este concepto de «ser y parecer» no se limita solo al ámbito profesional. Piénsalo en tu vida personal. ¿Cuántas veces te has encontrado en situaciones donde no basta con que seas una buena persona? Por ejemplo, cuando conoces por primera vez a los padres de tu pareja, no basta con que seas una buena opción para su hijo o hija. También tienes que demostrarlo, mostrar tu mejor cara y dar la impresión correcta.
¿Cómo aplicar esto en tu marca personal?
Lo mismo pasa con la marca personal. No es suficiente ser el mejor en tu campo si nadie lo sabe. Es importante que trabajes en cómo te presentas, en cómo comunicas tu valor, y en asegurarte de que los demás perciben lo que realmente eres. Porque si no lo haces, te arriesgas a quedarte en la sombra, mientras otros, quizás menos capaces, pero mejor posicionados, avanzan.
Así que la próxima vez que te enfrentes a una nueva oportunidad, ya sea profesional o personal, recuerda: además de serlo, tienes que parecerlo. Trabaja en tu imagen, en tu comunicación, y asegúrate de que la percepción que los demás tienen de ti refleja todo tu potencial