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Callas por fuera… pero te gritas por dentro; Así es como actual al hablar en publico

Callas por fuera… pero te gritas por dentro
 
Lo he vivido.
Estás ahí, delante de otros…
pero no estás del todo.
 
Por fuera pareces tranquilo.
Por dentro… estás peleando contigo mismo.
 
Te toca hablar. Decir algo importante.
Y, de repente, el cuerpo empieza a cerrarse:
la voz se encoge, la respiración se acelera,
las manos sudan y la mente corre… pero sin dirección.
 
Y tú sonríes.
Aparentas control.
Mientras por dentro solo quieres salir corriendo.
No es timidez. Es miedo escénico.
 
Un miedo silencioso.
Que no grita, pero lo ocupa todo.
 
Porque no es que no tengas nada que decir.
Es que, cuando llega el momento, tu voz no te obedece.
 
Y eso… no se nota por fuera.
Pero por dentro, duele.
 
Te miran. Esperan algo de ti.
Y tú solo puedes pensar:
 
“¿Y si me bloqueo?”
“¿Y si se nota que estoy nervioso?”
“¿Y si me equivoco?”
 
Y entonces… te callas.
O hablas de memoria.
O aceleras para que pase pronto.
Y, cuando termina, no sientes alivio.
Sientes culpa.
 
Lo más duro no es lo que pasa mientras hablas.
 
Es lo que pasa después.
Esa voz interna que te castiga.
Ese repaso mental.
Ese “tenía que haberlo hecho mejor”
que vuelve una y otra vez… como un eco.
 
Hasta que, sin darte cuenta,
empiezas a desconfiar de ti mismo.
 
Empiezas a evitar.
A postergar.
A ponerte excusas para no grabarte.
Para no presentarte.
Para no exponerte.
 
Y el miedo crece.
No porque sea más grande.
Sino porque tú te vas haciendo más pequeño frente a él.
 
No es una falta de seguridad.
 
No es flojera.
No es que “te lo tengas que currar más”.
 
Es un bloqueo emocional.
Un reflejo profundo.
Una historia que el cuerpo no ha olvidado
aunque tú creas que sí.
 
Y no se suelta desde la cabeza.
Se suelta desde dentro:
desde el cuerpo, desde la respiración, desde lo que llevas años tragándote.
 
Por eso te entiendo.
 
Porque yo también fui el que se quedaba en blanco.
El que temblaba cuando tocaba hablar.
El que fingía saber lo que estaba diciendo…
cuando en realidad estaba deseando que terminara.
 
Y no fue un taller lo que me cambió.
Fue el proceso.
La escucha.
El ir bajando, poco a poco, al lugar donde de verdad estaba el miedo.
 
No para vencerlo.
Sino para dejar de alimentarlo.
 
Hoy sé que la voz no se entrena solo con técnica.
Se entrena con presencia.
Con permiso.
Con verdad.
 
Y eso no se enseña.
Se acompaña.
 
Callas por fuera… pero te gritas por dentro.
Y sé cómo suena ese grito.
 
Por eso escribo esto.
No para darte soluciones.
Sino para que sepas que no estás solo.
Y que tu voz, aunque hoy no salga…
sigue estando ahí.

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Mi factor diferencial con el Método VOZ® No enseño a hablar en público. Libero voces bloqueadas desde la raíz. Llevo…
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