Sabes lo que quieres decir… pero no puedes.
Tienes claro el mensaje.
Has ensayado. Has preparado cada palabra.
Y aun así, llega el momento… y te quedas en blanco.
O lo dices tan rápido que ni tú te reconoces.
No es que no sepas.
Es que no puedes acceder a lo que sabes.
Y eso frustra.
Porque lo tienes. Está ahí.
Pero no sale.
Es como si hubiera un muro invisible entre lo que piensas… y lo que dices.
Entre lo que eres… y lo que muestras.
No es falta de preparación. Es bloqueo.
Y no es un bloqueo mental.
Es un reflejo corporal.
Tu sistema nervioso interpreta que hablar te pone en riesgo.
Y activa lo único que sabe hacer cuando siente amenaza: protegerte.
¿Cómo?
Cerrando el cuerpo. Cortando la respiración. Acelerando los latidos.
Y dejando tu mente en modo huida.
No es que te falle la memoria.
Es que tu cuerpo ha activado el modo supervivencia.
Y cuando eso pasa, no hay técnica que funcione.
No hay visualización que lo calme.
No hay frase motivadora que lo desbloquee.
Porque la amenaza no es externa.
Está dentro.
En un recuerdo.
En una experiencia pasada.
En un “aquel día” donde te expusiste… y dolió.
Ese eco sigue sonando.
Y tu cuerpo aún lo escucha, aunque tú ya no lo recuerdes con claridad.
Por eso, cuando tienes que hablar en público, grabarte, presentarte…
algo dentro de ti se encoge.
Y te desconectas.
No porque no quieras estar.
Sino porque tu cuerpo aprendió, en algún momento,
que estar del todo… no era seguro.
Yo también lo viví.
Y me odiaba por ello.
Porque sabía que tenía talento.
Porque sabía que podía hacerlo mejor.
Pero no podía demostrarlo.
Hasta que entendí que el problema no era mi voz.
Era lo que me impedía usarla desde dentro.
Y ese cambio… lo cambió todo.
No estás roto. Estás desentrenado emocionalmente.
Y eso tiene solución.
No aprendiendo más.
Sino deshaciendo lo que ya no necesitas.
El cuerpo no miente.
La voz tampoco.
Y lo que se entrena con respeto… se transforma.
Sabes lo que quieres decir.
Y créeme… tu voz lo sabe también.
Solo está esperando que le quites el freno.
Y eso empieza bajando del juicio… al cuerpo.
Del esfuerzo… al permiso.
De la exigencia… a la verdad.